La violencia familiar, especialmente los casos de hombres que agreden físicamente a las mujeres, sigue siendo un grave problema en nuestra sociedad, afectando profundamente la estabilidad y el funcionamiento de las familias. Esta problemática no sólo impacta la salud física y emocional de las víctimas, sino que también genera un ambiente de disfunción en el hogar, que puede afectar negativamente a todos los miembros de la familia, incluidas las generaciones futuras.
Según datos proporcionados por la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, semanalmente se reciben 210 quejas de mujeres que han sido víctimas de violencia por parte de sus parejas o exparejas. Sin embargo, de estas denuncias, solo 35 llegan al Instituto Municipal de la Mujer (IMM) para recibir el seguimiento necesario y brindar el apoyo correspondiente a las víctimas.
Este bajo porcentaje de seguimiento refleja un preocupante vacío en la atención a las víctimas, quienes muchas veces enfrentan obstáculos como la normalización de la violencia, la falta de recursos o el miedo a represalias al intentar obtener ayuda.
Pese a los esfuerzos que está realizando la titular del Instituto Municipal de la Mujer, Elvira Urrutia, para erradicar la violencia familiar, la situación sigue siendo alarmante. La normalización de la violencia en muchas comunidades y la falta de sensibilización son factores que contribuyen a que muchas mujeres no busquen o no obtengan la ayuda necesaria.
“El trabajo es constante, pero necesitamos más recursos y colaboración interinstitucional para ofrecer un apoyo integral a las víctimas”, declaró Urrutia. Aunque existen campañas de concientización y programas de intervención, la magnitud del problema supera las capacidades actuales de las instituciones locales.
La violencia dentro del hogar no sólo afecta a la pareja, sino que impacta gravemente a todos los miembros de la familia. Los hijos que crecen en un ambiente de violencia suelen desarrollar problemas emocionales, conductuales y de relación en el futuro. La disfunción familiar generada por la violencia crea un ciclo que puede perpetuarse, afectando a varias generaciones.
Es fundamental que se fortalezcan los esfuerzos por prevenir y combatir la violencia familiar, no sólo mediante la atención a las víctimas, sino también promoviendo la educación y el cambio de patrones culturales que perpetúan la violencia de género. Mientras la sociedad no reconozca la gravedad de este problema y actúe en consecuencia, el impacto de la violencia en las familias seguirá siendo devastador.
La violencia familiar es un problema de múltiples dimensiones que necesita atención urgente. Aunque el Instituto Municipal de la Mujer y otras instituciones están trabajando para ofrecer apoyo a las víctimas, el camino por recorrer sigue siendo largo. Es necesario intensificar los esfuerzos para ofrecer más recursos, promover cambios culturales y garantizar que todas las denuncias reciban el seguimiento adecuado, de modo que ninguna víctima quede sin el apoyo que necesita.